Por Fernando Naranjo
En los últimos años, estamos asistiendo a una increíble expansión del modelo Agile en todos los ámbitos profesionales. Más allá del entorno del desarrollo de software en el que se originó y consolidó, son muchos los ámbitos laborales que están asumiendo dicho modelo como marco de trabajo de forma total, parcial o al menos como mindset. Incluso en las actividades más puras de negocio, se están adoptando algunas de las best practices del modelo Agile.
La presión por el "Time to Market", los ciclos cada vez más cortos para el desarrollo de nuevos productos, la optimización del coste de producción en propiedad, y el autoservicio de infraestructuras Cloud son algunas de las necesidades de negocio que se repiten en las organizaciones y que son vitales para mantener el alto nivel de competitividad existente
Por tanto, parece oportuno trasladar el mindset y modelo Agile al entorno del Outsourcing. Esa implantación se enfrenta de partida a varios retos que deben ser resueltos para una adopción efectiva. La interiorización del propio mindset Agile, ya de por sí, requiere de una transformación organizativa disruptiva. Pero además, el modelo se enfrenta a otros retos no menores como la desaparición de silos organizativos, las estructuras compartidas, la autonomía de equipos profesionales y la automatización. Pero sobre todo, el mayor reto es el establecimiento de nuevos marcos contractuales que den cabida al modelo Agile. Hasta ahora, los principios para externalizar una actividad eran fundamentalmente la acotación de la actividad, la posibilidad de poder monitorizar dicha actividad y la evaluación del desempeño a través de KPIs y SLAs. Por tanto, parece un modelo para actividad repetitiva, estandarizada y bajo un modelo estructurado. Este concepto choca con el midset Agile en el que se establecen estructuras abiertas.
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